Querido Félix:
Cuando el Sábado pasado nos disponíamos a dar la conferencia del Valle de los Caídos en Ávila, recibí la llamada de Claudia, ese ángel que te cuidaba y que te hizo llevaderos y felices los últimos años de tu vida. Claudia me decía: “Félix está muy mal”. Recuerdo que no querías de ninguna de las maneras, que avisáramos al médico de urgencia porque estoy seguro, sentías cercano tu final y lo querías recibir con esa actitud castellana que rigió toda tu vida, con ese aplomo que caracterizó todas y cada una de tus decisiones.
Me cuentan que tu fiel perro no se separaba de tu cama y que te miraba con ojillos de saber lo que te estaba pasando, y de que tu fin estaba cerca, tú no te dabas cuenta pero él estaba a tu lado.
Conseguimos no sin esfuerzo que accedieras a que te trasladaran a la clínica de la Concepción, donde pude acompañarte el mismo día que nos dejaste. No se me olvidará mientras viva la cara de alegría que se te puso cuando me viste aparecer por la puerta. Sé que me apreciabas y ahora que no estás me doy cuenta de lo correspondido que eres en ese sentimiento.
Me llegan como oleadas los recuerdos de todos los momentos que pasamos juntos, unos gratos, otros no tanto, porque también tuvimos nuestros choques… Sin embargo tengo la felicidad de haberte podido regalar uno de los momentos más felices de tu reciente historia (son palabras tuyas, ¿recuerdas?), que fue cuando sin avisarte, te llevé al Valle de los Caídos, cuando volvíamos de una de tus muchas consultas en el hospital de El Escorial. El Valle de los Caídos estaba de nuevo abierto al culto, que no al turismo, y yo sé, porque tú me lo decías y porque te lo leía en la mirada, lo mal que te sentías por no haber tenido ya fuerzas para asistir a esas Misas de campaña que se celebraron en el Valle de los Caídos y que tú no te perdiste por la TV.
Por eso, sabía que esa visita sorpresa al Valle te iba a resultar muy emotiva. Recuerdo tus lágrimas en esa Basílica cuando me decías que era la última vez que estarías en ese lugar que “tanto amabas”. Una vez más tuviste razón.
En la misma cama donde dejaste este mundo, y cuando lo único que ya te preocupaba, era que te no te soltáramos la mano, nos dabas las gracias. Eras así de cumplido y tu gratitud era sincera porque venía de un buen hombre. Por ello, es una verdadera lástima ver como tus vaticinios eran, una vez más, ciertos y a tu velatorio y posterior incineración no fuimos más que los allegados de verdad. Allá cada cual con su conciencia.
Como bien ha dicho uno de tus buenos amigos, hijo de uno de tus íntimos amigos, te has ido cuando la primavera vuelve a reir. En unos días daremos cumplimiento a tu último deseo y llevaremos tus restos a la localidad zamorana que te vio nacer.
Descansa en Paz que te lo has ganado.
3 commentarios
jesús carmona · 25 marzo, 2011 a las 16:09
Me uno con una oración, entonada en canto llano, benedictino, recogido.
Luz · 24 marzo, 2011 a las 13:48
España a lo largo de su historia ha dado grandes hombres, con unos valores encomiables, con un sentido del honor y una valentía sin igual; así era Félix, un hombre de Honor, un hombre de Palabra, un Patriota, y un gran Ser Humano. Todavía recuerdo cuando hace relativo poco tiempo, me dijo lo orgulloso que estaba de verme ante los medios de comunicación, defendiendo nuestro maravilloso Valle de los Caidos que el tanto amaba, y saber que personas como Pablo, como otros tantos, como yo, habiamos cogido el relevo en la defensa de aquello que el también seguiría defendiendo hasta la muerte. Escribo esto desde el sentimiento profundo de dolor por su perdida, pero sé que desde «Los Luceros» estará vigilante, dandonos toda su fuerza y apoyo para seguir luchando por aquello que nos unía, que es el Amor a España.
Descansa en Paz Félix, y gracias por haber permitido tratarte y conocerte amigo.
Luz Trujillo.
Guripa · 23 marzo, 2011 a las 22:02
Me uno al sentimiento de pesar de todos quienes le querían y apreciaban. Sé, por amigos comunes, los servicios que ha prestado a España en sus quehaceres diarios, a los que se dedicaba disciplinadamente.
Se ha ido un español de los buenos, pero su ejemplo nos da fuerzas a quienes continuaremos su labor, aunque difícil será estar a su altura.