Queridos hermanos:

Cuando Jesús vio a los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, repasando las redes junto al mar de Galilea, los llamó para una gran misión (Mt 4,18.21; Mc 3,17), para fundar sobre ellos y sobre los otros Apóstoles su Santa Iglesia. Hizo de ellos Apóstoles, enviados para proclamar el Evangelio a los pueblos de la tierra. Y fue grande el privilegio que les concedió haciéndoles sus más íntimos junto con Simón Pedro. A San Juan le hizo vivir por más tiempo, quedando el último de sus testigos más directos, mientras que a Santiago le otorgó la gracia de morir mártir el primero de todos los Apóstoles. San Juan proclamó la fe de Cristo en su Evangelio y en sus otros escritos y su hermano Santiago lo hizo derramando su sangre en la persecución de Herodes, según hemos leído en los Hechos de los Apóstoles (Hch 4,33. 5.12.27b-33; 12,1b), haciendo así que en él se cumpliera la profecía de que bebería su mismo cáliz (Mt 20,20-28).

Conforme a la tradición, Santiago vino a predicar el Evangelio a España y fue sepultado en Compostela, lugar que ha sido punto de confluencia de los pueblos de Europa. Santiago se ha convertido en una estrella iluminadora para España y para Europa entera recordando sus raíces cristianas, como señaló San Juan Pablo II.

cruz

Hoy España debiera mirar de nuevo hacia ese astro refulgente a quien en los siglos medievales se invocaba como “luz y espejo de las Españas”. Parece como si en España tuviéramos miedo o vergüenza a hablar hoy de Patria y de patriotismo, cuando el citado San Juan Pablo II nos decía que la Patria es un patrimonio, “el conjunto de bienes que hemos recibido como herencia de nuestros antepasados”, que “incluye también valores y elementos espirituales que integran la cultura de una nación” (Memoria e identidad, 2005, p. 78). Y nos recordaba que el patriotismo es parte del cuarto mandamiento de la Ley de Dios y que “significa amar todo lo que es patrio: su historia, sus tradiciones, la lengua y su misma configuración geográfica. Un amor que abarca también las obras de los compatriotas y los frutos de su genio”. Frente al riesgo del nacionalismo, que quiere sólo el bien de la propia nación sin contar con los derechos de las demás, el santo Papa proponía precisamente el patriotismo, porque es un amor social ordenado, un amor a la Patria que reconoce a todas las otras naciones los mismos derechos que reclama para la propia (ibid., pp. 85-88).

Lamentablemente, España atraviesa hoy uno de sus períodos más estremecedores y que más hacen peligrar su futuro. Nada se puede construir de cara al mañana sin arraigarse en el pasado. Y hoy, sin embargo, se pretende construir una España que, renegando de la fe católica que la configuró a los largo de los siglos y de su Tradición, llegue a ser algo absolutamente nuevo y, en realidad, desconocido. Como bien dijo nuestro P. Abad hace unos años, “España ha llegado a ser la antítesis de sí misma”.

Si España pierde la fe católica, esencial a ella porque históricamente la configuró, pierde también irremediablemente el sentido de la unidad de sus pueblos en torno a una Tradición y a un proyecto comunes, como hoy podemos comprobar. Si la moral católica se relega o desaparece, surge a mansalva la corrupción, porque no hay valores que limiten la insaciabilidad de la ganancia, la codicia, la avaricia. La actual crisis económica hunde sus raíces, más que en la misma economía, en una más profunda crisis moral y espiritual.

Asimismo, es altamente preocupante asistir hoy, tanto en España como a nivel mundial, al proyecto global de invertir y subvertir el orden natural, atentando contra la verdad de la vida humana, del matrimonio y de la familia. En Galicia, región de la que Santiago es Patrono particular, se ha aprobado en abril una ley (Ley 2/2014, de 14 de abril; DOG nº 79 de 25 de abril) en la que, entre otras cosas, se define la familia como “la derivada del matrimonio, de la unión entre dos personas del mismo o distinto sexo, en relación de afectividad análoga a la conyugal, registrada o no, del parentesco, de la filiación o de la afinidad […]” (art. 15) y se establece que “no exista ninguna discriminación por razón de orientación sexual o identidad de género” a la hora de la adopción de niños (art. 16). Además, se ordena que la Consejería de Educación incorpore “la realidad homosexual, bisexual, transexual, transgénero e intersexual en los contenidos transversales de formación de todo el alumnado de Galicia” y que se visibilicen en la educación “los diferentes modelos de familia establecidos en esta Ley” (art. 22). ¡Una minoría está imponiendo a nivel mundial sus hipótesis! ¡Y los católicos callamos ante políticos que ingenuamente pensamos que son “un mal menor”!

Pero, al lado de todo esto, Dios nos da razones para la esperanza. La actitud ejemplar de tantos estudiantes jóvenes en las últimas semanas en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense frente al proyecto laicista de eliminar la capilla es un estímulo para confiar en que la verdadera España sigue viva. Han velado día y noche junto a la capilla y a la entrada de la Facultad, superando sin odio los insultos y sin miedo a posibles venganzas y suspensos injustos. Con bastantes profesores que han testimoniado su fe, han asistido a las Misas de campaña que los capellanes han celebrado a la puerta de la capilla. Todos ellos han sido verdaderos apóstoles, venciendo al peor enemigo de un apóstol, en palabras del cardenal Wyszynski y del Beato Popieluszko: “el peor defecto en un apóstol es el miedo”.

Que ejemplos como éste, por tanto, y que nos recuerdan a nuestras Misas de campaña hace unos años, sostengan nuestra esperanza en el Señor y en el auxilio de la Santísima Virgen, como ellos sostuvieron la fe de Santiago para afrontar el martirio que le llevó a la gloria eterna.

P. Santiago Cantera

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1 comentario

Guripa · 29 julio, 2014 a las 18:22

Sobre el patronazgo del Apóstol Santiago en España sugiero leer este escrito del capellán castrense retirado D. José Barros Guede, escrito en el año 2012:

http://www.revistaecclesia.com/el-apostol-santiago-patron-de-espana-patriarca-de-galicia-y-modelo-de-peregrino/

La unidad política de las tierras de España se fundamenta históricamente en la unidad religiosa en torno a la fe católica, tras la abjuración de la herejía arriana del rey visigodo Recaredo. Siguiendo las explicaciones de D. Manuel Morillo:

(http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=21687)

«El Tercer Concilio de Toledo comenzó el 8 de mayo del 589, en la ciudad hispánica de Toledo, y en el cual el Reino Visigodo de Toledo dejó oficialmente de ser arriano; el rey Recaredo hizo profesión de fe católica y anatematizó a Arrio y sus doctrinas; se promovió la conversión del pueblo godo y suevo al catolicismo. Varios obispos arrianos abjuraron de su herejía. Las resoluciones del Sínodo arriano de Toledo del 580 fueron condenadas.

Los reyes sucesores fueron los protectores de la nueva religión oficial; ellos impulsaron la cultura de las escuelas y de las bibliotecas episcopales y de los monasterios. Adoptaron el latín como lengua, con algunas influencias germánicas y se hizó que las decisiones del Concilio adquirieron fuerza de ley al publicar el rey un Edicto de confirmación del Concilio.

Con el III Concilio de Toledo las reuniones eclesiásticas se convierten en asambleas representativas del reino, acudiendo a dichas congregaciones magnates, obispos, nobles y el rey para tratar asuntos políticos.

Se puede considerar que España nace como entidad política independiente y unida como resultado del concilio y consolida (yo me adhiero a la tesis de un gran pensador maldito) la nación que se engendra en el impulso de evangelización que la Virgen da el dos de Enero del año 40.»

Para explicar este último dato, y siguiendo con el mismo autor: (http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=6291)

«En la noche del 2 de enero del año 40 de nuestra era, Nuestra Señora, María Santísima, antes de su Asunción a los cielos, vino en carne mortal a Zaragoza, a levantar el espíritu del apostol Santiago, que desalentado, se encontraba a orillas del río Ebro.

Será aquí en Zaragoza donde reconfortado Santiago y los primeros convertidos, los siete varones apostólicos, saldrían a predicar a España el Camino, la Verdad y la Vida.

La Fe de los pueblos hispánicos, nace así en Zaragoza, pues en su venida sobre el Pilar, vino a traer no solo la fortaleza a Santiago y a los siete varones apostólicos, sino a todos los españoles de todas las épocas.

La «Tierra de María», como así denominó a España Juan Pablo II, tuvo no solamente su fruto en la nación Española, sino que llenó de Fe la expansión misional de España en el mundo. Por ello es considerada madre de la Hispanidad.

Para entender la profundidad de este hecho histórico es necesario que se desvelen con claridad los ejes fundamentales.

En primer lugar se trata de una venida, no de una aparición, la única en la historia.

De ahí el hecho tan trascendente, pues vino en carne mortal a Zaragoza, debe así diferenciarse de las apariciones, como han ocurrido en diversos sitios: Fátima, Lourdes, La Salette …

La virgen María vive todavía en Palestina cuando tiene lugar su venida a Zaragoza, y es conocida bajo la advocación del Pilar.

Con razón cantará la liturgia del dos de Enero, fiesta de la venida de la Virgen, «con ninguna nación hizo cosa semejante».

Importante es considerar que después de la encarnación de Dios Nuestro Señor, no ha habido ni habrá criatura más excelsa que su Madre Santísima, la Virgen María.

Un segundo punto, tiene relación con el Pilar, traído por la Virgen en su venida, para que en ese lugar se edificase un templo Mariano, el primero de la cristiandad.

Ya en el siglo I es conocida la Fe de los habitantes de esta tierra alentada sin duda por la Virgen del Pilar.

Porque aquel Pilar traído por la Virgen no tiene sino por finalidad el ser roca firme para que abrazándonos a él no desfallezcamos en la Fe.

En tercer lugar, la vinculación del Pilar y Santiago, auténticos centros, entorno a los cuales ha girado como en un eje la espiritualidad de la patria española, porque si fue necesaria la presencia de María para que la Fe penetrase en España, es porque la dureza de espíritu de un pueblo, una vez abrasado por la Fe que nos trajo Santiago, se transformó en espíritu noble y recio, que supo dar respuesta generosa en la historia.

Por último, debemos considerar hablar de María del Pilar, como Madre de la Hispanidad, Madre de todos aquellos pueblos que tienen en común con España, y se sienten sus hijos, no tanto en su filiación política, como su filiación espiritual. Fruto de la expansión misional de España en América y en tantos lugares de la tierra.

No cabría decir solamente que este hecho histórico sea simplemente una tradición, es desde luego venerable y antiquísima tradición, pero la realidad es que aquel hecho histórico verdadero y trascendente transformó la historia de España y del mundo para siempre.»

Por lo que respecta a la homilía del P. Cantera sólo me cabe alabarla, como siempre, por su claridad y agudeza, cualidades cada vez menos frecuentes entre el clero español.

Sin embargo creo que su sentido estricto de la obediencia y su respeto profundo a la jerarquía eclesiástica española le han impedido hacer una crítica más global, a la ve que detallada, a los que deben ser criticados por su cobardía y por su complicidad con el Mal. Lo comprendo y lo respeto, como no puede ser de otra manera, así que lo haré yo, que no tengo esa sujeción jerárquica estricta.

Gran parte de la decadencia moral y del laicismo que asola nuestra patria es producto de la falta de presencia física y de la ausencia de voz de la Iglesia, que somos todos los fieles, pero en especial de los altos prelados de la Conferencia Episcopal Española, que tienen la misión, a través de la propagación de la fe desde los púlpitos y desde las declaraciones institucionales, notas de prensa y cartas a los fieles, de advertir contra el mal, ya sea éste calificado como menor o mayor, y contra las ideologías contrarias al Evangelio.

No hablaré del anticlericalismo visceral de la izquierda política, especialmente de la de los lamentables pasados gobiernos del PSOE, pero es de dominio público la falsa asunción de que el PP representa al voto católico y defiende la unidad de la Patria. Mirar con criterio hacia atrás nos desvelará la cruda realidad. El PP ampara el aborto como un derecho de la mujer. Defiende y sostiene el arrinconamiento de la fe católica a la esfera privada, expulsándola de la vida pública y social. Defiende y promueve la ideología de género. Cobija y tolera, llegando a la complicidad manifiesta, los nacionalismos excluyentes antiespañoles y, por tanto, antipatriotas y contrarios a 4° Mandamiento del Decálogo. Excarcela a violadores y asesinos amparándose en erróneas interpretaciones y jerarquías legales supranacionales. Ampara, sostiene, defiende y financia la ley de memoria histórica, que es una falsificación del pasado y una llamada a avivar odios superados y a abrir heridas cerradas entre españoles. Podría seguir enumerando anatemas, pero no es necesario.

La citada por el P. Cantera ley autonómica de Galicia sobre las aberraciones sexuales y filiales ha sido aprobada por iniciativa y respaldo del PP, dirigido allí por Alberto Núñez Feijóo, uno de los más influyentes barones regionales del partido de Rajoy, el partido progre de la derecha económica.

Los ataques laicistas en la Universidad fundada un día por el Cardenal Cisneros, la Complutense de Madrid, esta vez contra la capilla de la Facultad de Geografía e Historia, han sido consentidos y no respondidos por el Gobierno autonómico de Madrid, que tiene transferidas las competencias en educacion, dejando el camino expedito al odio a la fe tan típico e inherente al rector de la UCM José Carrillo, comunista declarado e hijo del carnicero de Paracuellos, Santiago Carrillo Solares. Tampoco ha movilizado a los fieles la CEE y su presidente, Monseñor Rouco Varela, no ha dicho esta boca es mía ni ha mostrado la firmeza y falta de miedo que se nos pide desde los púlpitos cada domingo. Lamentables silencios, vergonzosas ausencias.

Son innumerables las razones para que la crítica del P. Cantera hubiera ocupado una homilía de varios días de duración, pero ése no era su propósito. El mío sí, y aquí dejo este escrito para que cada cuál siga recordando y reflexionando, si quiere, porque lo expuesto hasta aquí no son opiniones, sino hechos contrastables.

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